jueves, 26 de marzo de 2009



La música clara y perturbadora de las metrallas
Resuena desde la mañana.
Los niños bailan al son de los asesinatos y las balas,
Ingenuos ellos, niños todavía pese a las heridas,
pese a los humillaciones y las puñaladas en la oscuridad.

El silencio se hace en sus bocas al caer las bombas,
Sin embargo solo los años acaban con el brillo de sus ojos;
Ni siquiera las botas en la cara consiguen reemplazar la ilusión
en esas miradas limpias como las nubes solitarias.

Esos son los niños de Palestina, la tierra indómita,
Donde el fuego no da calor, tan solo arrasa esperanzas,
Cuerpos sorprendidos en la calle, datos en las listas de la ONU;
Es tierra indómita, pero también tierra resignada, tierra sin ilusión.
Por eso, los niños son brotes que, con su resplandor,
Alejan las penurias con esa sonrisa minúscula, de gratitud,
De sorpresa, de vida, de futuro, de sueños…
Sonrisas, al fin y al cabo.

2 comentarios:

Abelardo Martínez dijo...

Desgraciadamente, los niños son siempre los grandes perjudicados por las locuras de los mayores. Hoy leí que la ONU, había reclamado 6 millones de euros a Israel por los daños materiales que les causaron sus bombas en sus intalaciones, en las cuales hubieron cientos de víctimas mortales. ¿Reclamar la deuda de los daños materiales?... sin palabras

José Rusada dijo...

Sin embargo, son los primeros en reír y los últimos en abandonar la condición de humanos (aunque no deje de ser humano matar, fusilar o torturar). Los niños representan lo bueno que se va pudriendo hasta convertirse en Hitler o Aznar.