lunes, 5 de octubre de 2009

A tres bandas


Melilla
Cuando era pequeño, el mundo conocido por el niño de bien se circunscribía a mi barrio, es decir a las tres calles atestadas con casas salvajes e indómitas que más que mundo, parecía la boca colorida y calada de un mellado cualquiera. Al bajar la cuesta estaba magnífica, altiva y presuntuosa la Mezquita de Melilla. Cuando era pequeño, las cosas eran grandes, los límites inalcanzables,el mundo una gota enorme y extraña. Cuando era pequeño creía que una mezquita de 200 metros, cochambrosa y descuidada, era la Meca y los pobres barbudos y famélicos que pasaban por mi barrio eran Mahomas de mi tiempo. ¡Cuánto admiraba a aquellos cuya sonrisa nunca sucumbía! Cuando era pequeño, creía en la gente. Y digo esto, porque el tiempo te lima y te pule, te encalla el alma para que no sientas dos veces la misma lástima.
Quizá con razón, quizá como precaución, al ver un mendigo(y no digo a un mendigo, porque ahora son una especie de mobiliario urbano) nuestra sensatez nos previene y nos empuja a cambiar de acera. En estos días que corren, los que están más metidos en la mierda nos inspiran pavor: ya no hay ladrones honrados ni pobres lastimeros... Ahora se sindicalizan y visten de Armani. ¡Qué extraño!No voy a caer en el "todo tiempo pasado fue mejor".
Entonces, mi Melilla, esa en la que la lluvia solo acudía al ser llamada y el sol era perenne, es un tiempo, quizá una mañana, puede que sea una eternidad. Ese sitio, que solo me pertenece y que se difumina entre sorbos de alcohol, huele a cacahuetes, menta y canela, aunque también tiene sabor a otoño, a mar, a feria y ayuno. Es un sabor agridulce, una sonrisa a medias. Melilla es un constante proyecto, una ilusión que no acaba de definirse, una elucubración mía que poco a poco se hunde.

2 comentarios:

Virginia y Laura dijo...

Me ha encantao, Gunildo... Sobre todo lo de la elucubración.

Virginia y Laura dijo...

Y lo de la gota. Me ha tocao la fibra esto que has escrito.