jueves, 12 de junio de 2008

El protagonista de mi drama


Mi película comenzó una primavera,

una cualquiera,

allá entre los muros de una ciudad sin rumbo.

Al principio, efusivos faranduleros actuaron en ella,

y entre ellos, yo, reía mirando una cámara oculta.

Las cumbres borrascosas de un Gurugú lejano,

alto y lejano como los besos de amor,

eran entonces mi brújula. Un día ardió llameante.

Creo que desde aquel sutil fuego en mi filme errante,

mi vida se convirtió en una obra dramática. Sí,

porque comenzaron a proyectarse monólogos

y soliloquios carentes de paráfrasis y metáforas.

Tranquilidad llamaba yo a ese teatro irónico de marionetas.

A veces sentía que era dramaturgo, y escribía en madrugadas,

noches en vela de insomnio, mi obra poética de amor:

amores perros, los llamo ahora. Como llamas de verdor

soñaba despierto. Creía que había esperanza para mí,

mi propio fantoche, pero con el tiempo me di cuenta

de que no era actor, ni farandulero, ni nada que se le pareciera:

me convencí de repente de que era,

y aún sigo pensándolo, un títere inexplicable

en manos de alguien o algo llamado Dios.

Disputé y aún disputo una guerra conmigo mismo,

para desembarazarme de esos hilos indiferentes, ese destino,

sellado a sangre y fuego en mis pies, que caminan sin órdenes,

automáticamente. El tiempo es un río, y yo un guijarro en su lecho,

que avanza a contracorriente sin saber que el segundo acto no ha acabado,

que aún me deparara escenas de esperpéntica indolencia hasta que, hecho

esto, se cierre entre aplausos o lágrimas, el telón férreo de la vida.

1 comentario:

Lol V.Stein dijo...

Cuando uno empieza por teatralizarse a sí mismo, descubre que poetizarse es el mejor de los sicoanálisis que puede hacerse. Solo se precisa de una pluma para operar el cambio, que acabará extirpándonos del alma verdades efímeras, falseadas. Hay que ridiculizarse, abocarse a la escritura si el deseo es escribirse. Escribir por escribir.

Un abrazo