jueves, 12 de junio de 2008

Ella...

Mi madre se envuelve en un manto de optimismo,

de ilusión,

como para apartar de sí el cielo negro, la bruma y el destino

que arrastra el dolor que la abruma. Siempre hace lo mismo.

Enciende un cigarro y piensa. Se sume en delirios de bonanza.

Canta para sí, en silencio, sin más ropa que las penas

que la afligen. Se levanta y se desnuda porque es dura,

cree que es dura, pero yo sé que es un rosa marchita

que se finge espina: las briznas de hierba verde,

a quien un día dio la vida, necesitan de su dulzura

y para ser tierna envenena su piel áspera y fría.

Se convierte a veces en roble robusto para alzar su mirada

y seguir viendo el cielo azul, pese a que las nubes eclipsan al sol,

que fue siempre vigía de los parásitos que a sus siete vástagos

roban la fruta. Tienen hambre. Entonces, es fénix y renace

para echar a volar y traer a sus crías las chispas de amor

antes de arder en valentía y atraer para sí el esfuerzo y el arrojo. Grita,

y quiere dormir, pero apenas una duermevela frágil y gira en el cielo

para hacerse roble. Llega la noche, y sus pétalos lucen marchitos.

Descansa solitaria en su oscura habitación.

1 comentario:

Lol V.Stein dijo...

Precioso, Yusef, en tus últimos monólogos has transpasado la barrera de los prejuicios del poeta, del literato. Has calado hondo en este homenaje a una dama, tu madre. has sabido captar la esencia de la mujer disciplinada en el dolor, pero ciega en la ilusión. Bravo. A ver si te comento más a menudo. Sigue creciendo

un abrazo